miércoles, 3 de agosto de 2011

TODO ACTO TIENE EFECTOS SECUNDARIOS


jaume E. Ollé, médico especialista en enfermedades infecciosas y epidemiología

Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet

"Todo acto tiene efectos secundarios"

29/07/2011 - 00:00
Foto: Roser Villalonga
Libre y generoso
Humano, cercano y un poco enfadado con este mundo de ricos superficiales, pero no idealiza a los pobres. Lleva 30 años trabajando para ellos, pero sin ataduras: "Ficho en organizaciones por un tiempo concreto. Busco un trabajo que me permita el contacto directo con el enfermo. No tengo grandes aspiraciones; me basta con tener para vivir y que me guste el país". Con la ayuda humanitaria es crítico pero constructivo. Tere, su mujer, le acompaña, y desarrolla proyectos de educación. En Haití han pagado (de su bolsillo) la educación a 20 niños y en Uganda a 30. Intenta mejorar la vida de los que lo rodean. Tiene una ONG, Actmón. Ha publicadoCrónicas de un médico en el mundo (Icaria); muy bueno.
Escoja una historia vivida.
Una que nadie ha querido publicar, para que vea como se mueve el mundo.

Bien.
Recientemente tuve una enferma somalí instalada en Yibuti, ilegal desde hacía 20 años. Tenía una hija de 5 años de un soldado francés que desapareció. Como estaba muy enferma, les pidió a unas monjas católicas que cuidaran de la niña.

...
Las monjas tienen un orfanato que básicamente sirve para enviar niños a Francia. La chica se curó, fue a buscar a su hija y no se la quisieron devolver. Fui al convento y me dijeron que la niña estaría mejor en Europa.

Increíble.
Fui a ver al embajador francés: "¿Va a permitir que una pareja de su país adopte a una niña pensando que es huérfana y sabiendo que deja a una madre llorando?", pero miró hacia otro lado. Fui a la Unicef.

¿Tampoco?
Yibuti es un país de una gran importancia geopolítica y nadie quiere enemistarse con el Gobierno, que cobra 5.000 o 6.000 euros por adopción. Al final, a través de contactos personales, conseguimos pararlo. Pero ella tuvo que volver a Etiopía dejando un buen trabajo; la policía no dejó de molestarla.

Usted va por libre.
Yo tengo una oenegé; nunca he querido dinero oficial, ninguna vinculación política. Cuando las oenegés son muy grandes necesitan mucho dinero para funcionar y mostrar rápidamente resultados. Pero para que una acción funcione debes involucrar al personal local: los resultados son a largo plazo.

Entiendo.
Vi un proyecto de letrinas que construyeron con techo de latón; sobre el papel era estupendo, pero la gente seguía defecando bajo los árboles porque allí dentro el calor era insoportable. De estas he visto demasiadas. A menudo la intervención crea más desastres que beneficios.

Tiene efectos secundarios.
Sí. Hay que intentar prevenir todo lo que puede salir mal, y aun así... En Haití les llevé a los niños una pelota de cuero, los mayores se la quitaron. En un partido de la liga local un niño cogió la pelota y salió corriendo a refugiarse debajo de mi cama, se lo querían comer... estuve días y días negociando.

¿Moraleja?
Si regalas la pelota y te vas, no te enteras de los efectos secundarios. Un señor que sólo tenía una pierna y vivía solo, araba el campo con la muleta, me pidió una radio y se la di.Cuando volví al cabo de un año los vecinos le habían destrozado la choza para robarle la radio. Le puedo poner miles de ejemplos.

¿Qué hay que hacer?
Trabajar con la población, estar allí para cambiar la estrategia si no funciona. Al principio, en Haití, teniendo todo tipo de aparatos y medicamentos, no curábamos a nadie.

¿Por qué?
Los enfermos venían de lejos; cuando se sentían mejor gracias a la medicación, la interrumpían y acababan muriendo.

¿Cómo lo solucionó?
Formé a antiguos enfermos, les compré bicicletas y les di un pequeño sueldo para que fueran a casa de los enfermos, y así dejaron de morirse.

¿Tiene sentido ladrillo y uralita en la selva para que aprendan quién era Bach?
Tiene razón, mejor darles oficios, pero si no van a la escuela, no obtienen el título por mucho que lo que estudien sea una aberración con asignaturas como declamación.

¿...?
Traté a una niña de 8 años con sida porque se la tiraban todos sus parientes. La saqué de la familia, la metí en una escuela y un día me vino el maestro enfurecido: "He visto en su informe que tiene el sida y usted me lo tenía que haber advertido porque si un día la pego y sangra, ¡los demás niños qué!". Pero en mi época aquí también pegaban.

¿Al borde de la desesperación?
Mezclado con cabreo, por la falta de ética del personal. Los médicos son como ministros, llega el pastor de cabras y lo desprecian, y eso es odioso. En Yibuti un médico me pegó porque llegó una urgencia que se negó a atender: era la hora de comer. Le exigí que trabajara y se me tiró encima. La operé yo. Le puedo contar cosas muy bestias.

Cuénteme.
Tirada en el suelo frente al hospital había una chica gritando de dolor, pero todos los médicos y enfermeras pasaron por encima. No lo acepto pero lo entiendo porque, si el médico se tiene que preocupar por las cientos de personas que sufren dolor sin tener morfina, se va a volver loco.

¿Cómo lo soluciona usted?
Comprando yo los medicamentos en la farmacia; pero cobro más que ellos. Yo a mis enfermos los cuido.

¿Los pobres son más solidarios?
No. La ciudad de la alegría (Dominique Lapierre), en la que todos los pobres son buenísimos y los ricos malísimos, es lo más hipócrita del mundo. La envidia entre los que no tienen nada les lleva a actos muy mezquinos. Pero saben vivir al día con alegría.

¿Cómo lleva la muerte de pacientes?
He llorado mucho, pero procuro fijarme en todos los que salvo, y creo que es una fórmula para la vida: fijarse en lo bueno.

¿Qué ha aprendido?
Que ser hombre es tener una historia. Cada vez que se muere alguien que no debería morirse desaparece un mundo.
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